Violencia escolar
Una gran cantidad de episodios de violencia escolar coparon la agenda noticiosa en materia de educación durante el mes de marzo. La noticia alcanzó incluso los medios internacionales. Un conocido periódico español compiló tres viñetas

Una gran cantidad de episodios de violencia escolar coparon la agenda noticiosa en materia de educación durante el mes de marzo. La noticia alcanzó incluso los medios internacionales. Un conocido periódico español compiló tres viñetas ilustrando la magnitud y transversalidad del problema: suspensión de clases en un colegio en Iquique por amenazas de muerte a directora y profesores; un profesor apuñalado por una apoderada en Talcahuano; y en la capital un colegio cerrado por varios días tras alertas de tiroteos y ‘masacres’ en redes sociales por parte de los mismos estudiantes.
Y el listado sigue: funas masivas, golpes a profesores y auxiliares, maltrato físico y psicológico entre estudiantes, apuñalamiento y peleas con armas, etc. Esta ha sido parte de la realidad que ha marcado el retorno a clases presenciales al iniciar el año escolar 2022. Transcurrido poco más de un mes, se han ido acumulando diversas explicaciones. Varios expertos han apuntado a los perjudiciales efectos del confinamiento sobre la salud mental, identificando la acumulación de estrés y ansiedad y la dificultad para expresar la rabia y la frustración como factores críticos.
Se ha señalado también que el encierro y la consiguiente falta de socialización se ha traducido en un grave subdesarrollo de habilidades socioemocionales esenciales para la buena convivencia y la resolución pacífica de conflictos. Otros han apuntado al contexto país, indicando que la violencia escolar no es un fenómeno nuevo y que debe entenderse en el marco de una ‘violencia estructural’. En las escuelas se reproduce lo que las comunidades educativas ven y viven en sus casas y en sus barrios. Así, lo ocurrido en los colegios no sería más que un síntoma de un proceso de validación de una ‘cultura de la violencia’ que viene fraguándose desde hace años y que la pandemia solo vino a agudizar. Los diagnósticos psicológicos y sociológicos son fundamentales para abordar esta crisis, pero sin una mirada trascedente de la educación, es fácil quedarse estancado en interpretaciones técnicamente sofisticas, pero que no ofrecen un horizonte normativo hacia el cual avanzar.
En ese sentido, hoy más que nunca parece fundamental redescubrir la educación como el principal instrumento para construir una humanidad más fraterna. Se hace necesario pensar en una educación que forme personas capaces de superar las fragmentaciones y contrastes y reconstruir el tejido de relaciones humanas. Se requiere un cambio educativo que haga madurar una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora. De otro modo, planes de acciones, capacitaciones y otras medidas para enfrentar la violencia escolar quedarán en la superficie y no tendrán impacto en una dimensión existencial más profunda. El gran desafío es instaurar un nuevo pacto educativo en que el propósito de la paz y el bienestar común en la convivencia sean lo más esencial.
Jorge Blake
Sociólogo PUC
Vocero Voces Católicas
Fuente: La Tribuna